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Crisis política y social en Libia, un Estado fallido desde las primaveras árabes

4 de junio de 2025

El curso “Geopolítica de las primaveras árabes norteafricanas”, impartido en UNED Ourense, abordó la compleja situación política, social y humanitaria en Libia. David Alvarado, analizó cómo la caída de Muamar al-Gadafi en 2011 no condujo a una transición democrática, sino a una profunda crisis institucional que ha convertido a Libia en un Estado fallido. Con rigor académico, y con visión periodística, Alvarado repasó los fundamentos del régimen gadafista, sus particularidades ideológicas y estructurales, así como las dinámicas internas y externas que llevaron a la guerra civil y al colapso estatal. Además, exploró las posibles perspectivas futuras para Libia, desde la continuidad del statu quo hasta acuerdos políticos negociados o incluso un colapso total.

OURENSE, 4 de junio de 2025. La sesión, titulada Libia: estado fallido y violencia estructural, fue impartida por el doctor en Ciencia Política, David Alvarado, profesor en la Uvigo y docente en UNED Senior Ourense, especialista en geopolítica y ex corresponsal internacional de prensa. La clase abordó el proceso de transformación política iniciado en 2011 con la caída de Muamar al-Gadafi, analizando cómo este evento marcó el inicio de una profunda crisis institucional, económica y social que persiste hasta hoy.

"Gadafi gobernó Libia durante más de cuatro décadas, desde su llegada al poder mediante un golpe militar en 1969 hasta su derrocamiento en 2011. Su régimen se caracterizó por ser una dictadura personalista extrema, sin partidos políticos ni burocracia profesional, sustentada en lealtades tribales, clientelismo y represión selectiva. Alvarado destacó cómo Gadafi desarrolló una ideología propia conocida como el Tercer Universalismo Integral, expuesta en El Libro Verde, que proponía una mezcla de socialismo árabe, islamismo político y una forma de gobierno del pueblo denominada directocracia. Sin embargo, en la práctica, esta ideología sirvió más como propaganda que como guía real de gobierno", señaló Alvarado.

Una de las particularidades del régimen fue la ausencia de instituciones sólidas. "El 'Guía Supremo', como se denominaba, rechazó sistemáticamente cualquier forma de burocracia profesional o estructura administrativa permanente, y construyó un sistema informal y altamente dependiente de su voluntad personal. Esta instrumentalización tribal generó tensiones duraderas que afloraron tras su caída y siguen influyendo en la dinámica política actual", expuso el ponente.

Económicamente, Libia es un país rico en petróleo, pero su economía siempre ha estado ligada al rentismo petrolero, lo que impidió el desarrollo sostenible y equitativo. Gran parte de los ingresos derivados del petróleo fueron destinados a gasto militar, campañas internacionales y beneficios para la élite cercana a Gadafi, dejando infrafinanciados servicios básicos como la educación y la sanidad. Junto con el desempleo juvenil era elevado, fue uno de los detonantes de las protestas de 2011.

La caída de Gadafi y el camino hacia la guerra civil

Las protestas en Libia comenzaron a principios de febrero de 2011, inspiradas por los movimientos en Túnez y Egipto. "A diferencia de otros países árabes, el ejército libio estaba profundamente corrompido y desorganizado, lo que impidió que actuara como mediador entre el régimen y la población civil. En cuestión de semanas, las protestas se convirtieron en una guerra civil total, con la formación del Consejo Nacional de Transición (CNT) como órgano coordinador de los rebeldes", señaló David Alvarado.

Añade el docente que la escalada del conflicto "llevó a la ONU a aprobar la Resolución 1973, autorizando una zona de exclusión aérea sobre Libia. Francia, Reino Unido y Estados Unidos lideraron una campaña militar que apoyó a los rebeldes bajo la doctrina de la responsabilidad de protección. La intervención internacional fue clave para la caída de Gadafi, que finalmente murió en octubre de 2011 durante la Batalla de Sirte. Sin embargo, la falta de un plan postconflicto dejó al país sin instituciones sólidas ni mecanismos de reconciliación, y la figura de Gadafi había sido el único punto de cohesión nacional".

Tras la victoria rebelde, se celebraron elecciones para una Asamblea General Nacional (AGN), que asumió funciones legislativas. Pero el gobierno carecía de autoridad real frente a las milicias que habían luchado durante la guerra. Estos grupos actuaban de forma autónoma, imponiendo su propia justicia, controlando fronteras e incluso secuestrando ministros.

"El país se dividió progresivamente en zonas de influencia. En el este, antiguos militares y líderes tribales comenzaron a organizar fuerzas propias, mientras en el oeste proliferaban las milicias islamistas y regionales. La tensión culminó en 2014 con una nueva guerra civil, esta vez entre dos gobiernos rivales: el Gobierno de Trípoli, dominado por milicias urbanas y rurales del oeste; y el Parlamento de Tobruk y el Ejército Nacional Libio (LNA), comandado por el general Jalifa Haftar, con base en el este".

Esta segunda guerra civil atrajo rápidamente la atención de actores internacionales, dada la importancia estratégica de Libia: recursos petroleros, ubicación mediterránea y frontera con varios países del Sahel. Potencias regionales como Turquía, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Egipto intervinieron directamente, financiando y armando a diferentes actores. Por su parte, potencias globales como Francia, Italia, Rusia y Estados Unidos también tomaron partido, convirtiendo Libia en un campo de batalla indirecto donde compiten por influencia.

Escenario actual: dos libias, dos modelos, ningún Estado funcional

Casi catorce años tras la caída de Gadafi, Libia continúa dividida entre dos bloques principales. "Al este, tenemos un sistema autoritario bajo control militar. Bajo el control efectivo del general Jalifa Haftar y su Ejército Nacional Libio (LNA), apoyado por Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Rusia. Se trata de un régimen autoritario con escaso espacio para la disidencia, caracterizado por ejecuciones extrajudiciales, represión de críticos y limitaciones a las libertades civiles. Haftar logró reclutar a muchos exmilitares mediante la promesa de seguridad frente a los asesinatos políticos y purgas llevadas a cabo por grupos revolucionarios. Sin embargo, también utilizó civiles y voluntarios tribales, como los Vengadores de la Sangre, para expandir su influencia. Ofrecía salarios altos, de hasta 3.000 dinares mensuales, para atraer combatientes".

Al oeste, existe una situación de anarquía institucional con un Estado fallido pues señala el ponente que  está "bajo el control nominal del Gobierno de Unidad Nacional (GNU), encabezado por Abdelhamid Dbeiba, aunque en la práctica este gobierno depende profundamente de una red de milicias que operan fuera del control estatal. No hay monopolio de la violencia ni capacidad real de gobernanza. Grupos como la Brigada Nawasi, las Fuerzas Especiales de Disuasión, o el Batallón de los Revolucionarios de Al-Tajouri tienen gran influencia. Estas milicias no están subordinadas al gobierno; más bien, lo manipulan. Han secuestrado ministros, controlan bancos y obtienen ingresos ilegales vendiendo dólares en el mercado negro".

Perspectivas futuras: ¿qué esperar de Libia?

David Alvarado concluyó destaca los posibles escenarios futuros que podría afrontar Libia, teniendo en cuenta la realidad actual del país y las dinámicas regionales e internacionales que lo rodean:

  • Uno de los escenarios más probables es la continuación del status quo, con una división territorial y estancamiento político prolongado. Ambos bloques seguirán recibiendo apoyo externo, manteniendo un equilibrio de fuerzas que evite una escalada mayor, pero sin avanzar en soluciones políticas reales.
  • Otro posible camino sería un acuerdo político negociado, tal vez bajo un modelo federal o descentralizado, que reconozca la realidad de facto de dos poderes y establezca un marco de coexistencia. Esto requeriría importantes concesiones por parte de todos los actores involucrados, especialmente en materia de reforma del sector de seguridad y redistribución de recursos.
  • También existe la posibilidad de un golpe militar y consolidación autoritaria, en el que el general Haftar o algún otro actor militar aproveche la debilidad del bloque occidental para declararse líder único del país. Aunque esto podría restaurar cierta estabilidad, sería a costa de una ruptura definitiva con cualquier proceso democrático.
  • Finalmente, el peor escenario imaginable sería un colapso total y fragmentación extrema, en el que Libia se convierta en un espacio aún más atomizado, donde cada región o grupo armado controle su propio territorio, sin presencia estatal mínima.

Casi tres lustros después de la caída de Gadafi, Libia sigue atrapada entre el autoritarismo y el fracaso estatal. La falta de instituciones sólidas, la persistencia de milicias y la intervención externa han impedido cualquier proceso de reconciliación duradera. "El caso libio nos muestra que las transiciones postconflicto requieren mucho más que elecciones simbólicas. Requieren construcción estatal, profesionalización de las fuerzas armadas y un compromiso real con los derechos humanos y la justicia", asegura Alvarado, al tiempo que advierte que este país "también representa una oportunidad. Posee los recursos naturales, la ubicación estratégica y el capital humano necesario para reconstruirse como un Estado moderno, plural y funcional. Para ello, precisa una combinación de liderazgo local responsable, apoyo internacional coordinado y una sociedad civil comprometida con la paz y la reconciliación. Solo mediante un enfoque integral -político, económico, social y de seguridad- podrá superarse esta crisis que dura ya más de una década. De lo contrario, Libia seguirá siendo un símbolo de caos en lugar de esperanza".

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